Toni Hill. Foto Rocío Parrilla

‘Los Ángeles de hielo’ es la última novela del escritor barcelonés Toni Hill. A un lado han quedado las aventuras y desventuras del inspector Salgado y nos llega con un último trabajo cargado de tensión psicológica y tintes góticos. Hill nos va a situar en la Barcelona de 1916, va a utilizar tres tiempos diferentes con tres narradores, y a través de ellos vamos a descubrir qué ocurrió en un internado -para señoritas de buena familia- reconvertido en sanatorio, lo cual será condición sine qua non para resolver unos horribles y pervesos crímenes que destaparán una historia llena de «maldad, odio y desesperanza».

En el prólogo de la novela nos presentas la ejecución de «un inocente» (Mario) y el asesinato de su amante (Clarisa) y así arrancamos…

La novela necesitaba una nota de tensión de inicio para «avisar» a los lectores de lo que estaba por venir. Luego hay unos capítulos introductorios «muy plácidos» donde se relata la vuelta de la guerra de Frederic (nuestro protagonista), cómo encuentra un trabajo (en un sanatorio ubicado en un pueblo tranquilo), cómo conoce a Blanca (de la cual se enamora), etc.  Todo esto descoloca un poco porque no es hasta una lectura más avanzada que relacionas el nombre de Blanca como el de uno de las antiguas alumnas del internado, e igualmente, el cura que aparece en el prólogo volverá a salir más adelante, pero era necesario que «vehiculara» esa introducción.

Barcelona en 1916. Europa está sufriendo los estragos de la I Guerra Mundial ¿ha sido fácil ponerse en la piel de la gente que vivió en aquella época?

Cualquier cosa que tú no hayas visto, de alguna forma, cuesta. De todas maneras hay mucha información sobre la I Guerra Mundial, aunque la información no deja de ser precisamente eso, información. Saber cómo piensan, cómo hablan, en qué tono se expresaban o cómo se sentían, ya es un poco medio intuición y el recurrir a lecturas escritas en aquella época.

Andalucía al Día, Toni HillEn la novela nos encontraremos con tres tiempos y tres narradores

Es cierto que hay tres tiempos, pero en el fondo para mí la novela transcurre en 1916 puesto que el grueso de la acción se desarrolla en ese espacio temporal. Cuando planteé toda la historia en mi cabeza, me di cuenta de una cosa muy evidente, que lo que le pasa a Águeda (directora del antiguo internado) sólo lo puede contar ella porque es su historia, y ahí ya me salió claramente el diario. Luego hay un narrador omnisciente para la historia de Frederic, que lo que hace es seguir al personaje como si fuera una cámara, pero de repente tuve la sensación de que la novela me pedía que contara cosas que este narrador no podía relatar en ese momento. Así surge el tercer narrador en la figura del director del psiquiátrico, que podía contar esas cosas que ‘quedaban fuera de plano’, y lo convertí en el narrador travieso, el que se cuela en la historia y dice: perdonen que les interrumpa, seguro que esto no se hace, pero a mí ahora me apetece contarles algo… Además es un señor que puede fabular, no todo lo que cuenta es estrictamente verdad. Cada narrador te da su versión de la historia y de pronto el puzzle se hace más poliédrico.

Hagamos un perfil del personaje, Frederic Mayol

Es un joven psiquiatra seguidor de las doctrinas de Freud que ha participado en la I Guerra Mundial y que ha tenido una vida bastante «cómoda» previa a su participación en ella.  Tras volver de la guerra todo ese mundo «amable» en el que le ha tocado vivir se rompe. Vuelve herido no solo físicamente (tiene un dolor perpetuo en el brazo y una adicción a la morfina para combatirlo) sino también psicológicamente, le embarga un profundo desánimo al ver que nada es del todo verdad, sus espectativas no son ciertas a ningún nivel. Ni la teoría freudiana le sirve para explicarlo todo, ni sus amigos (que le acompañaron a la guerra) han evolucionado como él pensaba (uno ha muerto y el otro se ha convertido en un sádico) y de alguna manera la realidad se le impone.

Conjugas amor y misterio, un tándem perfecto

No hay nada más misterioso que enamorarse (risas). De hecho Frederic se involucra en todo esto porque se ha enamorado de Blanca, que además se mantiene a una cierta distancia durante mucha novela, quiero decir, no es una enamorada entregada a la causa porque no sabemos muy bien si quiere o no quiere. Normalmente uno intenta averiguar todo lo que pueda de la persona de la que se ha enamorado, por ejemplo, hablar con su familia y que te cuenten como era de pequeño. En el caso de Frederic, y de esta novela en concreto, no es así, pero se da cuenta de que hay algo que gira en torno a Blanca que se relaciona con las confidencias que le hace el cura y con la muerte de Clarisa (que había sido am¡ga de Blanca) y se va metiendo en la historia casi sin querer.

Hay que resaltar la importancia de los espacios, en este caso, el internado como un protagonista más de la obra

Cualquier escenario es importante pero en este caso mucho más. Toda la parte gótica de la novela, thriller gótico o gótico-noir (que me lo inventé y parece que funciona) se basa en dos lugares: el internado y el sanatario que son el mismo espacio. Ambos ya tienen en sí mismos una connotación negativa, porque algunos tenemos la idea de internados terribles donde maltrataban a las chicas o a los chicos. Espacios a veces sádicos o muy turbios, pero en este caso no es así, puesto que es un internado bonito, cómodo, para gente con dinero y relativamente moderna. Pese a ello, estos lugares crean un microcosmos de personajes, que no es que estén atrapados exactamente, pero no salen del internado. Por ejemplo, Águeda sólo sale cuando va a dar una vuelta al pueblo, pero ya está; las niñas directamente no salen, viven ahí. Todo su crecimiento y evolución como personajes está supeditado a esas cuatro paredes que generan habitaciones, rincones y pasillos secretos. Era muy importante crear una atmósfera en una novela que no es de terror, pero sí que en algunos momentos consigue llegar a inquietar y provocarte escalofríos, tal y como me han trasladado algunos lectores.

Andalucía al Día, Toni Hill¿Por qué escogiste a un psiquiatra como protagonista?

La base de la novela era hablar del inicio de la psiquiatría, de cómo se empieza a tomar la represión sexual como un ‘generador de problemas’. Las neurosis, por ejemplo, se asociaban por primera vez a la sexualidad y básicamente a los deseos reprimidos. Así que el protagonista no podía ser más que un psiquiatra.

Ahora que hablamos de psiquiatría, aparece en la novela la figura de Anna, la hija de Freud ¿desde un principio quisiste incluirla en la historia?

Sí. De hecho quise darle aún más presencia, pero también llega un momento en que tienes que delimitar. Anna Freud es un personaje, primero real, con lo cual ya tiene más fuerza en sí mismo que todos los imaginarios, y si le hubiera dado más cancha los lectores se hubieran quedado con su historia y eso no es lo que yo buscaba. No deja de ser en el fondo Anna Freud, también, una especie de ángel de hielo. Tuvo muchos problemas y una personalidad compleja. Una mujer que se revelaba ante ciertas pautas de su época, es decir, era maestra, pero en el fondo deseaba ser psicoanalista, algo nada fácil porque su padre era el gran inventor del psicoanálisis, que por una parte puede ser una ayuda, pero por otra, una sombra que te sigue.

¿Qué te ha aportado este último trabajo y que les va a aportar o van a encontrar los lectores que se acerquen a ella?

A mí me ha aportado mucho. Ante todo fue una especie de liberación el hacer algo diferente a lo anterior. El ‘universo Salgado’ estaba circunscrito a un ambiente concreto que yo creé, que funcionaba y que, de hecho, volverá a funcionar en algún otro momento. Y en relación a los lectores creo que es una buena manera de empezar a conocer mi obra. A los que les guste mucho el policial clásico que se lean antes la trilogía, empiecen por ahí y vean la evolución. Y para aquellos que el género policíaco no les guste, esta novela les puede atraer porque retrata todo un mundo que ya no está y se tocan muchos otros temas como la obsesión, la venganza, los celos o el autoengaño. Una novela global que retrata un mundo que todavía nos resulta muy próximo.

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