Luz Gabás tiene un apego muy fuerte a la tierra y lo muestra en el paisaje emocional que crea como escenario de sus novelas. Sus obras siempre reflejan el espíritu del Romanticismo como actitud vital, como afirmación del individualismo, del deseo de libertad e identificación con el paisaje, con la tierra propia.
En El latido de la tierra este espíritu aparece más que en cualquiera de sus obras anteriores. No es casual el nombre de la mansión que articula la novela: Elegía, el lamento por lo que ya no está. Porque, aunque la mansión siga en pie, lo que representa se ha perdido hace mucho, aun cuando la protagonista se niegue a aceptarlo. Tanto ese cadáver aparecido en las entrañas de la casa centenaria como la propia mansión son metáforas perfectas de un tipo de vida que se desbarata.
La autora transita entre la nostalgia de un pasado irrecuperable y la esperanza de un futuro incierto. No nos habla de un mundo idealizado, cuenta sin ingenuidad las bondades de la vida rural y también sus retos. Habla de las contradicciones, de los desencuentros, de las dificultades. El latido de la tierra no es un canto acrítico por los viejos tiempos. Es un relato que invita a la discusión, a la reflexión sobre esa España vacía de la que tantos hablan, pero que a nadie importa. Nos habla la novela de esos intentos de recuperación que se dan de bruces contra una Administración rígida, de leyes que dificultan cualquier intento de reconvertir ese vacío en vida nueva. Es lo que ella llama el nuevo Walden, el regreso a la naturaleza ya no solo por la parte espiritual y romántica, sino también por necesidad económica.
Sinopsis
La mansión Elegía sobrevive a duras penas frente a las ruinas del pueblo de Aquilare, expropiado y abandonado, como muchos otros, en los años 70. La familia de Alira fue la única que permaneció allí tras la despoblación, y ella ha seguido fuertemente arraigada a la tierra, a las obligaciones con el pasado, a la tradición. Todo lo ha sacrificado en aras del mantenimiento del legado de sus antepasados: el amor, los hijos… Su mundo consiste en una casa en decadencia, que ya no puede mantener, una madre que envejece, un hermano huraño y otro codicioso.
Tras consultar a sus dos grandes amigas, Amanda e Irene, es Amanda quien le sugiere una solución: alquilar varias de las habitaciones de la mansión. Ella misma, que acaba de volver al pueblo tras su divorcio, será su inquilina, y le propone ofrecérselo a Adrián, el primer y único amor de Alira, que ha vuelto también al pueblo con su esposa, Dunia, para pasar unos meses. Aunque no quiere admitirlo, la cercanía de Adrián produce en Alira una inquietud difícil de controlar. Sobre todo cuando Adrián, consciente del deseo que aún despierta en su antigua novia, intenta varias veces romper sus barreras.
Otro hecho viene a trastocar aún más el mundo controlado de Alira. Un grupo de repobladores ha decidido instalarse en las ruinas de Aquilare y darle nueva vida. Al principio Alira se aterroriza. Nada volverá a ser lo mismo. Sí, tendrá vecinos por primera vez en muchos años, pero también sabe que muy pronto empezarán los problemas.
Entre los nuevos habitantes de Aquilare se encuentra Damer, enérgico e ilusionado, mucho más joven que Alira y completamente diferente a ella. Damer admira la fortaleza de Alira, su compromiso con el pasado, su vinculación a la tierra, su ternura. A ella le deslumbra el entusiasmo de Damer, su pasión, su honradez. Entre ellos surge una atracción que rompe todos los convencionalismos. Su relación hará que ambos se enfrenten a un dilema compartido: mantenerse fiel a unas convicciones que creían sólidas e inmutables o lanzarse a un futuro incierto pero lleno de posibilidades.
Mientras, en la mansión, las cosas empiezan a complicarse. Amanda y Adrián tienen una relación clandestina; Dunia, la mujer de Adrián, cada vez bebe más y se encierra en sí misma y Gerardo, uno de los hermanos de Alira, Telma, su mujer, llegan dispuestos a conseguir la parte que les corresponde de la herencia.
La aparición de un cadáver en la casa, un cadáver sin identificar, y la subsiguiente investigación por parte de la inspectora Esther Vargas, sacará a la luz la verdadera naturaleza de los personajes y precipitará los acontecimientos que cambiarán el mundo de Alira para siempre.