filek portada

Ignacio Martínez de Pisón vuelve a usar su afinado olfato narrativo para recorrer los callejones menos transitados de la historia. Filek. El estafador que engañó a Franco, editada por Seix Barral, nos cuenta la desventurada existencia de un pícaro austriaco que acabó dando con sus huesos en la España de los años 30, para terminar formando parte de una esperpéntica trama que salpicó al propio Franco. Relato ilustrativo de los niveles de ‘agudeza’ del recién estrenado régimen dictatorial.

El recorrido vital de Albert von Filek, que así se hacía llamar el protagonista de la nueva obra de Martínez de Pisón, comienza en los días del Imperio Austro-Húngaro, aunque pronto dará muestras de un afán viajero sorprendente para la época, no se sabe si provocado por las continuas huidas de la justicia. En sus primeros años, el autor ya nos lo presenta como un individuo poco recomendable, de ínfima catadura, que se especializa pronto en vivir del engaño al prójimo en todas sus variantes. Ya desde esa primera etapa, De Pisón va construyendo el relato de una existencia cuyo rastro está sembrado de agujeros, zonas de sombra que el aragonés sortea con oficio, haciendo uso de una prosa pizpireta que avanza con soltura entre ramajes, fechas y hechos.

Filek Ignacio Martinez de Pison

Hasta su llegada a la España de 1931, Von Filek recorre escenarios europeos que viven momentos convulsos, como la Italia fascista. En su viaje por distintos países, por los que va dejando atrás un rosario de robos, timos y personalidades varias, se topa con un curioso desfile de personajes, ‘fenómenos’ históricos como el tremendo D’Anunnzio, que representan por sí mismos el desconcierto que vivía el viejo continente por aquellas fechas. En ese sentido, sorprende la escasa fortuna de Von Filek para elegir destinos, demostrando una extraña capacidad para saltar de un contexto histórico agitado a otro más ‘peligroso’ todavía para un individuo con sus tendencias delictivas. Una vez en nuestro país, su trayectoria deriva hacia la estafa con la que tratará de engañar a sus contemporáneos y cuyos estrambóticos resultados finales le hacen acreedor de estudios como el que nos ocupa. Desde su llegada a España, el protagonista centra sus esfuerzos en tratar de comercializar una especie de combustible sintético fabricado a partir de residuos. Utiliza los medios escritos para su promoción personal y los azares de la historia, y sobre todo de la cruenta Guerra Civil, hacen el resto, para que los avances de su supuesto invento lleguen a oídos de las más altas instancias, incluidos los del propio dictador.

El autor hace avanzar la historia con dinamismo, haciendo gala incluso de un humor controlado y sin juzgar a sus personajes hasta que, llegado el momento, el pícaro cruza límites morales en su huida hacia delante que consiguen romper la hipotética empatía del propio creador con su criatura-monstruo. Un(a) figura, este Filek, que vuelve a remarcar la capacidad del escritor maño para elegir personajes más o menos tangencialmente históricos, pero siempre interesantes, a los que aplica un pulso narrativo firme y atractivo. Lo que le sirve, además, para retratar la sociedad circundante y sus particularidades del momento. Algo que ya sucedía en la celebrada Enterrar los muertos (Seix Barral), salvando todas las distancias que se quiera entre el infame Filek y el desgraciado José Robles, protagonista de aquella narración. En este caso, y a pesar de la necesidad reiterada en el uso de conjeturas por parte de Martínez de Pisón para subsanar los huecos biográficos, llama la atención la cantidad y la variedad de las fuentes utilizadas para la construcción del relato, nacionales y extranjeras. Más allá de las supuestas facilidades actuales para el acceso documental.

Filek se puede leer como la crónica de las vicisitudes de un buscavidas, de una especie de bola en el petaco de la historia, con prisiones y centros de internamiento en el lugar de los flippers inmisericordes, y con Europa convertida en un inmenso y siniestro tapete plagado de conflictos, sembrado de campos de concentración. Del mismo modo se puede interpretar el último trabajo de Ignacio Martínez de Pisón como una suerte de entremés terrorífico de la funesta travesía por el desierto que estaba por llegar en nuestras latitudes.

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