«La pasión por viajar me atrapó a muy corta edad, y la magia del cine fue en gran medida responsable de ello, ya que forma parte de mi vida desde que tengo recuerdos. Gracias a mis padres y mis hermanos, grandes amantes del arte cinematográfico, descubrí títulos como El prisionero de Zenda, Horizontes perdidos, Chantaje en Broadway, Los vikingos, Scaramouche, Vive como quieras y un sinfín de películas, actores y actrices que me hicieron fantasear con viajar a lugares exóticos, a ciudades permanentemente bajo la lluvia, a las verdes colinas de Innisfree y a reinos perdidos. Y descubrí que todas aquellas historias que iluminaban mi vida se habían creado en un mismo lugar: Hollywood.

La génesis de este proyecto nació tras ver La La Land, un filme que recuerda que algunos sueños se pueden alcanzar. La cinta fue creada por Damien Chazelle, un joven director enamorado del jazz y del cine que se arriesgó a recuperar el género musical para crear una obra que es digna heredera de Brigadoon y Cantando bajo la lluvia, repleta de homenajes a la época dorada de Hollywood. He visto La La Land en numerosas ocasiones, yen cada nuevo visionado he encontrado una escena, un diálogo o un pequeño detalle que desvelaba las fuentes en las que el director y guionista se había inspirado. Los paraguas o el nombre de Geneviève que sutilmente aparecen en la película son producto de la pasión de Chazelle por Los paraguas de Cherburgo; el color rojo que se manifiesta en algunas secuencias hace referencia a melodramas como Solo el cielo lo sabe y Escrito sobre el viento, que rodó Douglas Sirk en la década de 1950, y también se aprecian diversas alusiones al mundo del arte con pinturas de Edward Hopper o David Hockney. En definitiva, se trata de un cuidado número de joyas engarzadas con maestría que dan forma a una carta de amor al cine y a esta ciudad de soñadores.

A Los Ángeles no se viaja en busca de monumentos históricos como catedrales o templos, ni a recorrer antiguas callejuelas empedradas. Se viaja en busca del legado que el séptimo arte ha dejado impreso en nuestra memoria. Este proyecto se convirtió en un peregrinaje en busca de la herencia de la edad de oro del cine, la época en que las estrellas eran dioses en un Olimpo de celuloide. La La Land me sirvió como guía para crear este libro, y para ello me puse en contacto con algunos de los artistas que participaron en el filme. Visité los lugares donde se rodó la cinta, pero también los que la inspiraron. Me senté en la misma mesa en la que Emma Stone disfruta de la pasión con la que habla Ryan Gosling sobre el jazz, saboreé el plato preferido de Frank Sinatra en uno de los restaurantes más famosos de Los Ángeles desde hace décadas, caminé por los estudios donde se rodó Casablanca, visité museos y colecciones privadas y me incliné ante las tumbas de los artistas que forjaron la leyenda de la ciudad y honré su memoria inmortal.

He centrado mi recorrido en la época dorada de Hollywood, entre 1930 y 1950, las tres décadas que dieron forma a la industria del cine y que inspiraron a Chazelle, pero también he dedicado algunos capítulos a descubrir cómo otras películas en diferentes épocas se han servido del Downtown, de playas como Venice Beach, diners, cafeterías y numerosos lugares como un gran decorado. Son escenarios que aparecen en clásicos modernos que han pasado a formar parte de la memoria colectiva y que son la guía perfecta para adentrarse en el tejido vital de la ciudad.

Sin embargo, toda selección es subjetiva y habrá películas que algunos lectores echarán en falta y otras que quizá piensen que sobran. Entre los miles de filmes que tienen como protagonista la ciudad californiana, he seleccionado aquellos que hablan de su historia y su personalidad y que incitan al público a crear su propia lista. Asimismo, he dedicado un capítulo especial a las zonas desérticas que rodean Los Ángeles, como el parque nacional de Joshua Tree y Death Valley, lugares que forman parte de la historia del cine y que invitan a recorrer sus infinitas carreteras flanqueadas por un árido paisaje, como si cada una de ellas fuera un ramal de la carretera madre, la Ruta 66. Y, por supuesto, no podía faltar la referencia a dos ciudades estrechamente unidas a la ciudad de las estrellas, Palm Springs y Las Vegas, donde las luces jamás dejan de brillar.

Básicamente este libro muestra las diversas caras de una misma ciudad, Y es que la vida es un viaje repleto de decisiones, porque, como decía Stendhal, «el viaje no debe ser una mera anécdota, sino una experiencia transformadora y enriquecedora». Este libro transportará al lector, al viajero y al amante del cine a los lugares que encierran el legado más desconocido de la ciudad de las estrellas».

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