¿Qué es el amor? ¿Hasta dónde llegan los límites de la lealtad? ¿Y los de la verdad y la  mentira? ¿De cuántas maneras distintas puede interpretarse una misma realidad? ¿De qué modo intencionado puede retorcerse un hecho para llegar a convertir a las víctimas en culpables y a los culpables en víctimas? Itziar, la protagonista de esta novela, no lo sabe, hay muchas cuestiones judiciales, demasiados matices que se le escapan de su propia historia, pero lo que debe asumir es que su vida, en apariencia feliz y tranquila, ha dado un vuelco radical a causa de la acusación vertida contra su marido, Alberto. Una acusación que lo llevará a la cárcel y que dejará en el camino a dos víctimas ciertas, sus hijos, y a su familia rota.

Es así como lo que fue una historia de amor que comenzó en La Habana entre música y ron en un local llamado igual que esta novela, terminará convirtiéndose en una trama absorbente que reflexiona en voz alta sobre nuestro sistema judicial y carcelario, los resbaladizos límites de la inocencia y la culpa y la falta de empatía de unos procedimientos que no tienen en cuenta, en muchas ocasiones, la ética, la verdad estricta ni, mucho menos, los sentimientos de quienes se ven atrapados en sus engranajes.

Manuel Avilés ha sido funcionario del Cuerpo Especial de Instituciones Penitenciarias, desempeñando entre otros puestos de trabajo la Dirección de los Centros Penitenciarios de Nanclares de la Oca, Valencia y Palma de Mallorca. Se ha dedicado muchos años a combatir el terrorismo etarra y ha recibido entre otras distinciones la Medalla al Mérito Penitenciario, la Medalla al Mérito de la Policía y la Medalla al Mérito de la Guardia Civil.

Tras cuarenta años de servicio, descreído de muchas cosas —la Justicia, la Administración y alguna otra estructura estatal—, se jubiló, convencido de que la vida se vive solo una vez, para dedicarse a su familia, sus perros, las motos y la literatura. Con este libro rinde homenaje a las mujeres honestas, sacrificadas y buenas personas, que son escasas y silenciosas pero nos sirven de ejemplo permanente en este mundo plagado de fantasmas, mentiras y postureo.

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