Con la coartada de la soledad, que es la triste enfermedad de los domingos, emprende un descenso a las cloacas de las redes sociales, al tórrido maná del culto al cuerpo, al azote del psicoanálisis. Con el tictac de los cuarenta años siguiéndole los pasos, a punto de estallarle como una bomba de relojería, caminará sin paraguas bajo la tormenta.
En este viaje a no-sé-dónde también hay bullying y pasiones fugaces, revelaciones místicas, gintónics, muertos, tartas de zanahoria e incluso milagros. Y aún deberá descubrir si la amistad auténtica, un último viaje o algún amor tardío podrán salvarle.