Andalucía al Día, Carlos Ruiz Zafón
Foto (c) Rocío Parrilla

Asegura Carlos Ruiz Zafón que cerrar y anudar todas las tramas de los libros anteriores en ‘El Laberinto de los espíritus’, que cierra la saga de la tetralogía que inició con ‘La sombra del viento’, «ha sido la parte más complicada del proceso». La complicación del libro en sí, unido a la dificultad «del ensamblaje de todo el rompecabezas, de todos los hilos y cabos», para asegurarse de que todo quedara bien, le ha llevado un poco más de tiempo de lo que pensaba.

Pese a esta laboriosa tarea, a medida que avanzaba e iba cerrando historias, la experiencia tornó en satisfacción, «quizás porque era cerrar el ciclo, porque el hecho de terminar una cosa que empecé hace quince años y ves que te acercas ya al final del tunel, y todo lo que habías proyectado cuadra cómo tú querías, es altamente satisfactorio».

 

Para los seguidores de la saga quizás sea díficil aceptar que no volveremos a saber de Daniel Sampere, Fermín Romero de Torres, Mataix, David Martín, Mauricio Valls… y tantos otros, pero para Zafón, no es esa la sensación. «A mí me pasa una cosa, y es que los personajes no se me van, convives durante mucho tiempo con ellos y puedes llegar a pensar: el día que esto se acabe, se van y se evaporan, pero no me ocurre esto, no se van a ningún lado, con lo cual son como pequeñas cápsulas de recuerdos que se quedan conmigo».

 

«Las obras nunca se terminan. El truco está en saber dónde hay que dejarlas inacabadas». El Laberinto de los espíritus no es una obra inacabada, sí mejorable, porque en palabras del autor, «todo lo que tú haces siempre puede ser infinitamente mejor», pero llega un momento en que «tú ya no sabes cómo hacerlo mejor. Y cómo tú no puedes, nadie más puede, porque nadie más sabe cómo funciona la maquinaría. Tú la has armado y montado, así que cuando llegas al punto dónde te dices: esto ha llegado tan lejos como lo podía llevar, ese es el momento de cerrar el proceso. De lo contrario, entras en una especie de descenso en el cual, por dudas o incertidumbres, empiezas a destruir tu trabajo, porque empiezas a cuestionarlo todo».

 

‘El laberinto de los espíritus’, 925 páginas donde perdernos, recrearnos, sorprendernos e incluso lamentarnos; lectura de sentimientos encontrados, ojos ansiosos avanzando en el relato para después apaciguar el ritmo porque se acerca el final. Y un gran descubrimiento, Alicia Gris, «un alma nacida de las sombras de la guerra».

«Alicia es un personaje que a lo mejor hubiera sido tentador sacarla antes, pero yo creía que para ser honesto, su momento era este. Tenía que entrar en el gran final, porque una de las cosas que hace Alicia es el agente desencadenante, es el personaje sin el cual, todos los demás no hubieran tenido ni la fuerza, ni la determinación de descender a sus infiernos y cruzar esa pared de fuego que tienen que cruzar para llegar al final».

 

No solo nos encontramos con Alicia, pieza fundamental de la arquitectura, también está Vargas, Leandro, la verdad del misterio de Mauricio Valls, «que hasta ahora pensábamos que se limitaba a sus trapicheos y crímenes como director de la cárcel de Montjuic, para luego, aparentemente, iniciarse en una carrera de hombre glorioso, aunque luego veremos que eso no es así».

 

La música también es muy importante para Zafón, normalmente, cuando trabaja en un libro, para divertirse o «airear» la cabeza, suele desarrollar una «pequeña banda sonora», como él la define. En el caso de ‘El laberinto de los espíritus’ hay una serie de piezas, «que están todas a nivel muy embrionario», tocadas al piano, y que probablemente el próximo verano, «cuando, creo, no voy a estar viajando», el autor les dedicará tiempo de trabajo para poder orquestarlas. «Quizás entonces, en un plazo razonable, hacer lo mismo que con los libros anteriores, que cuentan con piezas gratuitas, disponibles para los lectores, en la página web».

 

Barcelona vuelve a ser protagonista de honor en este desenlace. Recorrer sus calles y cruzar sus esquinas buscando aromas de un laberinto plagado de secretos, no resultaría difícil. La luz, el clima, las texturas… pasan de ser mero decorado a convertirse en personajes de pleno derecho, en un juego experimental inquietante. Una ciudad barroca y gótica, con múltiples interpretaciones dependiendo de los ojos que la miren.

 

Hay un momento en el que Leandro le dice a Alicia: «Cualquiera que aspire a conservar su sano juicio necesita de un lugar en el mundo en el que pueda y desee perderse». Si lo desean, pueden perderse aquí, en ‘El laberinto de los sentidos’, encontrarán la salida, eso es seguro, una distinta a la que esperaban.

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