Tomás Alcoverro es el corresponsal en Oriente Medio más veterano y laureado. Ha firmado más de ocho mil crónicas narrando la dramática actualidad de este avispero del mundo. Miembro de la sección política internacional del diario La Vanguardia, reside en Beirut.
Desde esta ciudad singular es testigo de excepción del devenir de una región que ha sufrido guerras constantes y también esperanzadores levantamientos, como la fallida primavera árabe, hasta desembocar en el actual conflicto de Siria.
En las páginas de ‘¿Por qué Damasco?’ Estampas de un mundo árabe que se desvanece’, sentimos como las explosiones, tanto del ejército como de los rebeldes, no detienen la vida cotidiana de los sirios. Con su habitual maestría, su gusto por los detalles humanos, la descripción de los lugares y su pasión por los personajes curiosos, Alcoverro, nos lleva de la mano en un viaje en el que nos adentramos en la cara menos conocida de una de las regiones más apasionantes del mundo.
Dices que este no es un libro que habla de guerra sino que es un libro que habla del mundo árabe que va desapareciendo.
Es así. Lo que ocurre es que lamentablemente la guerra es la imagen que predomina. Yo no he querido hacer un libro sobre la guerra y tampoco he querido hacer un libro únicamente sobre Siria y la guerra, lo que he querido es, cosas que había conocido porque había viajado o había sabido, aprovecharlas para este libro, que no pretende ni contestar la pregunta ni entrar en grandes elucubraciones.
Siria, la guerra interminable, una guerra existencial…
Es interminable porque a nadie le interesa que la guerra acabe. Unos quieren que el gobierno se vaya desgastando pero que no muera del todo, y otros no ven que hayan conseguido los objetivos puesto que hay una enorme cantidad de intereses creados. Hay algo que a mí me pone los pelos de punta, porque aunque nadie sabe cuándo va a acabar la guerra, todo el mundo se está frotando las manos por el tema de la reconstrucción. O sea, no se ha acabado la guerra, pero ya hay especulaciones de quién va a llevarse el pastel de la reconstrucción.
En el libro dices que te consideras ‘doctor en fronteras’.
En Oriente Medio uno de los temas importantes es precisamente las fronteras, es decir, las fronteras siempre son artificiales y allí aún más. Parte del conflicto se debe a una distribución del territorio después del Imperio otomano, y fronteras que no encajan bien con la realidad. Por ejemplo, tribus y familias del mismo nombre las puedes ver a un lado y otro de la frontera. Así que las fronteras son difíciles de cruzar. Y cuando yo digo ‘doctor en fronteras’, quiero decir que yo he sufrido muchas fronteras, teniendo en cuenta que he sido un privilegiado porque he podido ir de un lado a otro. Pero sí me he visto, que en un momento determinado no puedes hacer un trabajo o no puedes estar presente en la descripción de una guerra porque no tienes visado. Una cosa muy curiosa es que en algunas de estas fronteras, cuando se amontona la gente, te llaman la atención las colas, puesto que no son verticales sino que son horizontales. Llegas allí a la frontera con todas las ventanillas y te das cuenta de que no hay que hacer cola, uno detrás de otro, sino hay que meter el pasaporte como sea y tener mucha paciencia. Así que me considero en este sentido especialista en fronteras difíciles. Si no fueran difíciles quizás no me interesarían.
¿Ignoramos la compleja sociedad de Siria y su difícil historia?
Es muy fácil simplificar en Oriente Medio y muy fácil pensar que un país es como otro. No es verdad, es exactamente lo contrario. Estos países donde pasan estas guerras tan interminables y tan crueles, empezando por el Líbano de 1975 a 1990, que la gente se ha olvidado ya, y luego la guerra de Irak y ahora la guerra de Siria. Estos tres países se caracterizan por tener algunas condiciones que no tienen las otras sociedades árabes. Por ejemplo Egipto, donde las cosas son mucho menos complicadas, porque allí la mayoría de la población es musulmana, hay una minoría copta y prácticamente ya está. Pero el tema complicado de Siria es que hay muchas comunidades, están muy divididas, y unos y otros tienen conflictos, a veces, existenciales. Yo le hice una entrevista al presidente Bashar el Asad hace un par de meses y le pregunté por eso de lo existencial, le dije: ¿Usted no cree, que al final de tantas guerras aquí en Oriente Medio, el tema de la política se podría reducir a ‘o tú me metas o yo te mato’? Y claro, lo aceptó, lo argumentó y lo explicó. Y no son guerras por ideologías como cree aquí la gente, es algo mucho más profundo, es que tú me vas a matar si consigues entrar en mi ciudad o establecer tu gobierno, quizás me quieres eliminar porque no soy de tu comunidad, tu eres sunita, yo soy chiita o soy alauita, o al revés, y nos vas a sacar de las casas, nos vas a expulsar, y nos vas a matar.
Haces un recorrido por algunas de las ciudades más emblemáticas de Siria. Hablas de Alepo, «la princesa del norte de Siria», de Sueida, «la cara más tranquila», Lataia «la perla de la costa», Palmira «la ciudad prohibida», o Damasco «el corazón de los árabes»…
Esto lo he podido hacer porque yo puedo entrar en Siria, es decir, porque yo he podido tener visados. Hay muchos que no tienen visado y entonces se van con los rebeldes. De Siria se han publicado muchos libros y se publicarán más, porque es un tema muy apasionante y a la vez muy mal explicado. En este sentido yo he aprovechado precisamente los visados para ir a sitios que los demás no van. En general, los periodistas entran por Turquía, llegaban a Alepo, que era la parte rebelde y entonces, a través de la visión rebelde explicaban la guerra. Algo que yo no hago. Primero porque no lo he visto y porque he entrado por otro lado; y porque yo he entrado en sitios donde muchos no han estado, y en cambio, yo no he estado en otros sitios donde ellos han estado. Lo que sí me interesa es explicar que no todo es una guerra, cada ciudad tiene su situación y hay muchos lugares de Siria tranquilos.
Cierras el libro con un capítulo que titulas: «Lo peor está por llegar».
Lo que pasa es que no sabemos qué puede ser peor. Vamos a ver, milagros no se producen. Hay un tipo de estilo de vida que ha desaparecido completamente, era lo que se llamaba el levantino, este tipo de árabe, que casi no existe, que es abierto, que habla lenguas, que no es fanático, que para él la religión no es lo primero, occidentalizado, francófono -ahora el francés está desapareciendo muy rápidamente y es el inglés como en todas partes del mundo-, y un poco entre el oriente y el occidente. Este tipo de gente, lamentablemente, desparece. Es un tema también generacional. Y esto explica esa afirmación de «lo peor está por llegar». El pesar, mi pesar, es que todo esto está desapareciendo, quedan vestigios, aunque los vestigios a veces pueden durar. En el Líbano hay una frase que a mí me gusta mucho que es: «Lo definitivo no dura, y lo provisional es lo que dura». Así que, ¿cómo va a ser este grupo de países con un problema de la educacion por los suelos, la pauperización, fanatización, etc?, ¿qué se puede esperar? Pues únicamente fragmentaciones de grupos y guerras del tipo: yo te mataré antes a ti, antes de que tú me mates a mí. Esta es mi opinión porque es lo que veo, y también es que yo soy pesimista. Siempre digo, que el pesimista en Oriente Medio tiene la posibilidad quizás, de entender mejor las cosas que pasan. Y no es únicamente una frase.
Interesante a más no poder. A este hombre se le podrían hacer entrevistas de cien preguntas y siempre se nos ocurriría alguna más que hacerle porque es un placer hablar con él.