Desde la aparición de los primeros mitos, lo universal ha sido la narración de los hombres, esa visión masculina que dibujó a unos y a otras, nos dijo cómo debíamos ser —puras, dóciles, amorosas— y previno al mundo de las malas mujeres, ya fueran vengativas gorgonas, crueles madrastras, problemáticas Pandoras o Evas incautas que cargaron con la culpa de nuestro destino.
En su personalísima versión, María Hesse en «Malas mujeres» da una vuelta de tuerca a esas princesas pasivas, brujas perversas, malas madres, femmes fatales, locas pasionales y secundarias perfectas, y, de Madame Bovary a Sarah Connor, de Juana la Loca a Yoko Ono o de Helena de Troya a Monica Lewinsky, reivindica la necesidad de encontrar otros referentes, nuevas lecturas de la Historia e inspiración para ser simplemente mujeres en el mundo en que vivimos.