Augusto Ferrer- Dalmau nos muestra una Hispania en todo su esplendor. El Imperio español fue el más poderoso de su tiempo y uno de los más importantes de la historia. Tuvo su máxima dimensión entre 1580 y 1640, durante los reinados de Felipe II,Felipe III y Felipe IV, periodo en el que se incorporarían Portugal y sus dominios a la Corona española. Alcanzó los veinte millones de kilómetros cuadrados a finales del siglo XVIII, y fue el primer imperio global de la historia en el que por primera vez un único monarca abarcaba posesiones no comunicadas por tierra en todos los continentes.
El autor nos traslada a la época de los Reyes Católicos a través de sus lienzos donde sitúa la génesis del Imperio. Nos pasea por el reinado de Carlos I de España y V de Alemania, época en que la llegada a España de la casa de Austria representa un momento estelar. España se consolida como potencia hegemónica y logra un inmenso poder político y militar. No solo se convierte en el primer imperio de alcance mundial que abrirá al conocimiento occidental dos grandes océanos inexplorados, el Atlántico y el Pacífico, sino que también protagonizará la circunnavegación del planeta.
La monarquía universal de Carlos V dejará paso al reinado de Felipe II, que permanecerá cuatro décadas al frente de los designios del Imperio. Sobre Felipe II, apodado «el Prudente» por su visión de Estado y su responsabilidad política, cayó de forma implacable la Leyenda Negra, que le acusó de una insaciable sed de poder y gran intolerancia religiosa, convirtiéndole en la personificación del mal. Al hacer valer sus derechos al trono lusitano, Felipe II reinó en Portugal, unificando la península ibérica e incorporando a sus ya vastísimas posesiones las de las numerosas colonias portuguesas en América, África, Asia y Oceanía. De esta manera aumentó su imperio, ya de por sí gigantesco. España y Portugal formarían, por lo tanto, parte de un proyecto común durante casi un siglo. España se convertiría así en el primer imperio global de la historia. Por primera vez un Estado abarcaba posesiones en todos los continentes. Como tantas veces se ha dicho, en sus dominios «no se ponía el sol».
En este punto, el autor nos lleva a lo que él denomina «El declive», entrando en el siglo XVII que abarca los reinados de Felipe III (1598-1621), Felipe IV (1621-1665) y Carlos II (1665-1700), designados como «Austrias menores». El Imperio español ostentaba la hegemonía política y era la potencia militar más importante del mundo y con Felipe III alcanzará el cenit de poder y extensión. Sin embargo, los nuevos monarcas no podrán conservar un imperio tan extenso. Aunque perderán grandes zonas continentales —Flandes, las posesiones del norte de Italia y, en 1688, Portugal y sus territorios coloniales—, mantendrán la América hispánica. En 1492, el mismo año que los Reyes Católicos culminaban la conquista de Granada, las naves de Colón avistaban un nuevo mundo. En el establecimiento del Imperio español en el Nuevo Mundo cabe distinguir tres etapas: descubrimiento, exploración y conquista.
El descubrimiento de América fue consecuencia de la extraordinaria conjunción de una serie de factores que llevaron a que, pese a las resistencias iniciales, la empresa de Cristóbal Colón encontrase el apoyo de la reina Isabel. Luego llegó el periodo de exploración y conquista. Tras el segundo viaje de Colón tuvieron lugar los llamados «viajes menores» cuyo resultado fue la exploración de una considerable extensión de costas desde el Brasil a Panamá, al tiempo que se confirmaba la existencia de mundo nuevo entre las Indias y el océano.
Pero Ferrer-Dalmau no se olvida de la denominada «Leyenda negra» asociada al Imperio Hispánico. De plena actualidad, es el relato desvirtuado de personajes y hechos destacados de nuestra historia ligado a una «hispanofobia », o rechazo a lo español. El sino de los tiempos lo ha convertido, en muchos casos, en realidad y en él se ningunean o relativizan los logros de España a la vez que se magnifican sus errores en beneficio de otros países. Su origen está en el rechazo al poder hegemónico español y Guillermo de Orange serás u principal propulsor para legitimar la insurrección holandesa. La Leyenda Negra está hoy científicamente desacreditada. Así lo ratifican hispanistas fuera de toda sospecha nacionalista, como Henry Kamen, Joseph Pérez o Stanley Payne. Se ha dicho que todos los imperios han tenido su leyenda negra, pero la española es, con mucho, la más agresiva y la única que se ha ido retroalimentando con el tiempo.