Hay libros que no «reconstruyen» el pasado: lo encienden. Ingrata patria, de Elvira Roca Barea, es una novela histórica que nos lleva al corazón de la República romana para contar —con pulso narrativo y mirada política— la vida de Cornelia, hija de Escipión el Africano y madre de Tiberio y Cayo Graco, dos nombres que marcaron para siempre la idea de reforma y conflicto social en Roma.
La historia se articula desde una voz cercana, casi confesional: el deseo de que la «historia oficial» no sepulte a quienes incomodaron al poder. Cornelia aparece aquí no como figura de mármol, sino como mujer real: inteligente, estratégica, educadora y testigo privilegiado de un sistema que empieza a resquebrajarse. En torno a ella, Roma se muestra como lo que fue: una maquinaria brillante y feroz, donde el Senado, las familias influyentes y la calle disputan el control del relato… y del futuro.
En Ingrata patria late una pregunta que atraviesa los siglos: ¿qué le ocurre a una república cuando las leyes ya no bastan y la ambición lo ocupa todo? Las tensiones por la tierra, el poder de las élites, la propaganda, la violencia política y el precio de intentar cambiar las cosas se convierten en el verdadero «thriller» de la novela. Y en medio, Cornelia: la madre que forma a sus hijos para servir a Roma… aunque Roma no sepa perdonar a quienes la obligan a mirarse al espejo.
Si te atraen las novelas históricas que combinan personajes con carne y contradicciones, intriga institucional y un gran fresco de época, este libro es una apuesta segura. No hace falta ser experto en Roma: la narración te guía, y cuando cierras la última página te queda esa sensación incómoda (y adictiva) de haber entendido un mecanismo del poder que se repite más de lo que creemos.










