Narrado en primera persona con voces de diferentes personajes, Sonreímos en Gülhane (Editorial Acidalia) se hace eco de la realidad de una ciudad que cabalga entre Europa y Asia: Estambul. Raül Rey conversa con Luisa María Contreras Sánchez, escritora, directora teatral y actriz, además de maestra de educación especial… Y esto es lo que nos ha contado.
El título Sonreímos en Gülhane, juega a la ambigüedad, mezcla el pasado y el presente, e incluye una palabra en turco que contribuye a esa ambigüedad. ¿Qué significa exactamente? Se trata de un parque. ¿Por qué este título?
El parque de Gülhane, situado en un enclave céntrico de la ciudad y que pertenecía a los jardines del palacio de Topkapi, fue el detonante para empezar la novela, un lugar mágico con vistas al Mar de Mármara y al estrecho del Bósforo desde donde divisabas el latido de la ciudad con los ferrys yendo y viniendo atascados de personas con vidas anónimas y, de seguro, llenas de pasiones, de miedos, de alegrías y de tristezas que callar o compartir.
Gülhane significa jardín de rosas, pero Gül es la raíz de gülümse que significa sonreír. Sonreímos en Gülhane podría traducirse como Sonreímos al sonreír. Una grata sorpresa de la que me hice eco después de poner el título.
El hecho de mezclar pasado y presente es algo que considero que enriquece el texto y que aporta más datos sobre el sentir y el devenir de los personajes. Supongo que es “un sello personal”
Aunque es un libro conclusivo, ¿responde en cierta manera a la voluntad de continuar un libro posterior?
Imagino que te refieres a si tengo la intención de continuar con el libro, de hacer otro que quizá resuelva lo no resuelto para algunos personajes. La verdad es que en principio no, esa historia se queda así, pero sí que me apetece indagar más sobre el tema que ya se toca en el libro de la participación de las mujeres en el frente en la lucha contra el EI o Isis, el sentir de esas chicas tan jóvenes que no tienen ninguna duda de exponer todo lo mejor que tienen (que son ellas mismas) para ir al frente a luchar por su pueblo, enfrentarse a esa bestia feroz. Este tema sí que me apetece retomarlo, indagar más, documentarme más y meterme en la piel o el sentir de alguna de ellas para ser capaz ( o por lo menos intentarlo) de entenderlas, de sentirlas, de darles voz.
Como proyecto y refiriéndonos exclusivamente a Sonreímos en Gülhane, sí que me gustaría hacer una adaptación teatral, porque considero que puede ser interesante, ya que se ponen muchos temas sobre el tapete y es bueno “hacer pensar” al espectador. La sociedad en la que vivimos está demasiado “adormecida” y no tiene capacidad de reacción.
Leyendo el libro podía establecer algunas semejanzas entre la protagonista y tú, o entre los personajes y personas importantes para ti. Yo parto de la idea de que toda novela es ficcional, pero ¿es posible que se estableciera una permeabilidad entre la ficción y la realidad? ¿Hasta qué punto? ¿Cuál ha sido la pulsión que te ha llevado a escribir esta novela?
Somos humanos y como tales somos permeables, es decir, muchas veces acabamos proyectando emociones en los demás. La novela empezó como dije antes, sentada en la terraza en el parque de Gülhane una tarde, por aquel entonces ni me imaginé que eso acabaría siendo un proyecto, pero yo funciono mucho por sensaciones y en los cinco años que estuve yendo y viniendo de Estambul fueron muchos los regalos que me llevé (metafóricamente hablando). La protagonista tiene mucho de mí, pero no quiere decir que yo haya pasado por todo lo que ella pasa en la novela. Realmente me veo reflejada en muchos de los personajes, sean hombres o mujeres, porque todos tienen algo de mí, algo que me resuena, algo que me hace vibrar como ellos. La gente que me conoce bien dice que ve similitudes entre Yaiza, la protagonista, y yo; no lo niego, es una parte de mí, aunque en ocasiones no sé si habría reaccionado como ella.
El tema de la historia de amor entre Yaiza y Ahmet fue la “excusa” para dar voz a otros temas de los que yo quería hablar, hacer visible el papel de las mujeres en el país (sobre todo el de las que viven al este, sean kurdas o turcas); las relaciones familiares, poner el acento en el individuo como tal y como parte integrante de una sociedad con sus tradiciones, su cultura, y el peso que ello conlleva.
La religión es otro punto que también está ahí y no se puede obviar. Quería dar entender que todos somos extranjeros en algún momento, que todos tenemos familiares que en algún momento tuvieron que dejar su país o su lugar de origen para buscar una vida mejor; que en estas sociedades donde prima el patriarcado, el papel de los hombres tampoco es tan fácil aunque a priori sí que lo parezca. Quería tocar el tema de las lealtades familiares, el choque cultural y el compromiso personal.
Realmente es cierto que ha habido lectores que me han preguntado por la relación entre Yaiza y Ahmet porque fue lo que les enganchó desde el principio, pero para mí era más importante poder abrir un abanico de historias a través de otros personajes.
La historia va avanzando con una técnica fragmentarista y detallista, en cierto modo impresionista porque nos ofrece una especie de pintura completa a través de cada una de las piezas que la componen, esas historias breves que funcionan como si fuera un teatro por cuadros en lugar de escenas. Parece que asistimos a la construcción y deconstrucción de la vida de los personajes: capítulos cortos, historia coral como La colmena, salvando las distancias. ¿Cómo ha sido el proceso creativo?
Realmente bonito tal como dices, no se me había ocurrido esta visión, pero sí que tenía claro que yo como lectora me siento más cómoda cuando se me presenta una estructura más concreta y concisa. La vida es el día a día y es lo que yo pretendí plasmar en la novela, la vida de los personajes de forma lo más “presente” posible para que el lector pueda seguir la historia en “vivo”.
Escribir esta novela era un regalo, la posibilidad de sumergirme en una ciudad que amo aunque estuviera casi a tres mil kilómetros de distancia, investigar, descubrir, revivir, documentarme… A veces una duda me llevaba a indagar en mí o fuera de mí y me ofrecía la posibilidad de aprender cada día.
Cuando vibras en algo, el Universo se las ingenia para que aparezca lo que necesitas en ese momento. Tuve una experiencia interesante al asistir a una conferencia en Barcelona que ofrecían unas activistas kurdas, ello me llevó a indagar más y realmente ha sido un proceso personal muy interesante, a nivel emocional me ha ayudado a clarificar muchos sentimientos a través de los personajes que aparecen.
Me gustó mucho que vamos siguiendo a la protagonista para descubrir que ella no es la protagonista, sino ese puzle de personajes que van formando parte de su vida. De hecho, al final, la protagonista desaparece, porque el narrador tiene la necesidad de contarnos la vida de otros personajes que, al ir profundizando en ellos, vamos comprendiendo mejor y perdonando sus imperfecciones. ¿Escribir y leer nos hace más humildes, más empáticos, más humanos?
Escribir es terapéutico, tiene un poder sanador muy grande. Invito a la gente a que escriba, sin pretensiones, para sí misma, para conocerse y entenderse mejor. Es un ejercicio altamente recomendable para todas las edades. Escribir para mí es una religión, he escrito cada día de mi vida aunque solo haya sido un pensamiento, una frase o una nota.
Yo siempre recomiendo, (como maestra a mis alumnos y como terapeuta a mis clientes), que escriban un diario con todo aquello que se les pase por la cabeza, que la finalidad no es que quede bonito, o que acabe siendo un libro (o sí) pero, aprovechando las tecnologías y que ahora todo el mundo de una forma u otra escribe, es la mejor ofrenda que podemos regalar a nuestra propia Divinidad.
Tú eres maestra y dramaturga. ¿Cómo puede contribuir la literatura a la formación de un alumno o de un espectador?
¡Uy, ahí me tocaste la fibra! En las escuelas e institutos pienso que no se le da a la literatura (ni a la música, ni a la plástica) el peso que debería tener, porque a través de ellas se puede llegar a vivir verdaderos milagros. Pienso que en estos tiempos que corren, con la locura de la inmediatez, de las tecnologías que priman, a los niños hay que darles imputs que les hagan reaccionar.
Cuando yo era pequeña, leer libros como “La isla del tesoro”, “Pippi Calzaslargas”, “Anna de las tejas verdes” “Mujercitas” “Robinson Crusoe”, o uno de mis favoritos “Las aventuras de Tom Sawyer” hacía que mi imaginación se disparase a vivir miles de aventuras. Creo que hoy la infancia está expuesta a demasiados estímulos y no tiene tiempo de aburrirse.
Aburrirse puede ser bueno, puede abrir muchas puertas si se le da el tiempo necesario para investigarse uno mismo y llegar a conocerse mucho mejor.
El libro tiene la valentía de adentrarse en la Historia reciente de Turquía, que tú conoces bien. Por momentos el narrador parece alguien cercano a la figura de un reportero. ¿Cómo es esa situación nacional turca? ¿Qué habría que cambiar para mejorarla?
Turquía es un país realmente hermoso. Istanbul tiene un enclave geográfico especial y eso hace que se “juegue” a esa ambigüedad entre continentes. Todo ello, a nivel político, económico y social tiene unas repercusiones. Ha habido mucho movimiento a raíz de los atentados, ahora parece que el país empieza a remontar con el turismo, pero este tiempo atrás los que íbamos éramos tachados de locos.
La economía ha repuntado hasta el punto de que Istanbul parece una ciudad permanentemente en obras, han construido puentes, carreteras, nuevos y enormes edificios a las afueras de la ciudad, incluso un aeropuerto nuevo (una vez cerrado el Atatürk) con pretensiones de ser el mayor del mundo.
La realidad sociopolítica ha cambiado poco, Erdogan tiene mucha ansia de poder (no hay más que ver el palacio presidencial que se construyó en Ankara), mucha gente lo adora y mucha otra lo aborrece. Él quiere pasar a la historia como el segundo padre de la patria a cualquier precio y la situación al este del país es complicada entre su inquina al pueblo kurdo y la lucha contra el EI.
Definitivamente, no se cual podría ser la solución, hay demasiados intereses económicos en juego (no solo de Turquía, sino de otras potencias); mientras el dinero y el poder sean el motor que mueve al mundo creo que lo tenemos complicado para salir de esto. Afortunadamente, se está produciendo de forma paralela un cambio vibracional y son (o somos) muchos los que estamos tomando conciencia y poniendo un rayito de luz en nuestro día a día para tener un mundo mejor. No hay que perder la esperanza.
¿Cuáles son tus siguientes proyectos?
Pues este pasado noviembre estrenamos en Barcelona una obra de teatro de la que soy dramaturga y directora (mi ópera prima podríamos decir). Es un tributo a Chavela Vargas y muestra un burdel en el que personajes variopintos se juntan en “La Capillita” para exponer sus historias y brindar por la vida. En este mes de febrero reestrenamos y eso me hace mucha ilusión.
Paralelamente tengo a medias un par de proyectos más de teatro, entre ellos la adaptación de Sonreímos en Gülhane. Me apetece también embarcarme en una nueva novela en cuanto tenga más tiempo y no descarto escribir también algo para niños, al fin y al cabo trabajo con ellos y me dan, a diario, muchas pistas para aprender a recuperar la magia.